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Buscador · Informe de cuentos · «Los Palacios de Villena »

Título: «Los Palacios de Villena»
Variantes del título:
Autor: Pastor de la Roca, José - (Pastor de la Roca, Jose)
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Resumen: La primera de las leyendas, titulada «Don Samuel Levi», cuenta la historia del tesorero oficial del rey Pedro I de Castilla. Éste, tras varios años de abusos por su parte, descubre la mala administración del superintendente judío. El monarca, conocido por su crueldad, traza un plan para castigar a su subordinado; a su vez, ante sus constantes abusos de poder, los miembros de la nobleza aragonesa deciden iniciar una rebelión en contra del dirigente con tal de finalizar con la nefasta gestión de la corona castellana. Todo ello coincide con la publicación de una lista, encabezada por el superintendente, que desvela los nombres de los principales conspiradores. Samuel Levi, arrestado por el séquito real, se convierte durante el camino y promete a su Dios la construcción de sinagogas y edificios públicos en su nombre. Durante el encuentro con el Rey, éste le recrimina al tesorero todo aquello de lo que es acusado. Levi expone su falsa réplica asegurándole que los motivos que le llevaron a acercarse a los rebeldes perseguían la voluntad de obtener información sobre las conspiraciones aragonesas; el monarca finge aceptar sus explicaciones y le ofrece la libertad.


En Toledo, dos años y medio después, Samuel Levi y el arquitecto judío Meiz-Abdheli mantienen una conversación en la que el primero agradece al judío la excelente construcción de las diversas edificaciones consagradas a Dios en pago por su conversión. El arquitecto, aprovechando el buen ánimo del superintendente, le pide a cambio la mano de Herodias, su hija. Aquél acepta su petición en caso de que la muchacha se muestre conforme con la petición, como así resultará. Con el reencuentro de la pareja, se produce la irrupción en la estancia de un grupo de ballesteros reales que raptan al tesorero y se lo llevan a Sevilla, lugar de residencia del monarca. Allí es torturado cruelmente con la voluntad de conseguir la confesión acerca de los cargos de los que es acusado. Ante el insistente silencio de Samuel Levi, éste acaba siendo torturado hasta la muerte como venganza por mentir y traicionar a la corona.


La segunda leyenda, «Don Enrique de Villena», narra la historia de uno de los marqueses por cuyo nombre se dieron a conocer los Palacios que protagonizan las leyendas. Situada en el Barrio de los Apestados, la mansión era conocida como La Casa de Judas, famosa por ser «el punto de reunión de los malos espíritus». En ella habitó Enrique de Aragón.


El Marqués, conocido por su afición a las ciencias astrológicas, recibe una revelación durante la contemplación de la bóveda celeste en los jardines del palacio; tras ésta, el noble cae al suelo y sufre un duro golpe del que ya no se recuperará. Durante las noches de convalecencia, acompañado por su fiel escudero Osirido, desvela aquello que le fue revelado durante una de las alucinaciones de las que era víctima: «he asistido a mis funerales (…); he asistido a mi descomposición cadavérica con todo el horror y repugnancia del caso, y al entrar en el juicio de mis postrimetrias, héme aquí resucitado en carne y hueso». A su fiel escudero se le suma la asistencia paracientífica del mago Meiz-Abdheli quien le administra una serie de ungüentos y elixires para conseguir su pronta recuperación, viendo los escasos resultados obtenidos con la medicina tradicional.


Tras la aparente recuperación del marqués, éste mantente una conversación con el alquimista, quién le informa del fracaso de la conjuración contra el Rey, cuyo mentor era don Enrique. Ante la algarabía política y los constantes ataques al palacio, defendido por los habitantes del barrio, don Enrique, visiblemente desmejorado, decide hacinarse en los sótanos de su casa con la voluntad de centrarse en las ciencias astrológicas. Allí, concretamente en la Cámara Ardiente, tiene lugar la ceremonia en la que el marqués ingiere las píldoras de Salomón, un producto alquímico. Como resultado, se produce el incendio de la sala y, entre las llamas, surge la figura de un hombre –el marqués– «vestido de una túnica da amianto y con una careta de vidrio» que comienza a entonar una loa estrambótica mientras ensaya la prueba del fuego. La escena es presenciada por el nigromante, en segundo plano, y por Osirido, quien irrumpe en la estancia con la voluntad de impedir la ingesta de las píldoras; una voz femenina desconocida le advierte de que ya es tarde para ello. La desaparición del fuego y el fin, por consiguiente, de la ceremonia, se produce con la entonación de una estancia lúgubre.


Tras el evento, la muerte del marqués es inminente; momentos antes de ésta, le pide a Osirido que, al fallecer, haga un ritual con sus exequias descuartizándolas e introduciendo los restos en una botella de cristal; pasado un mes, el escudero es el encargado de exhumarlas, situarlas en el centro de la Cámara y conseguir su reanimación mediante una ceremonia presidida por Meiz-Abdheli.


Posteriormente se explican  los sucesos acontecidos en la vida del nigromante antes de conocer al marqués, la alianza mantenida entre ambos y el desenlace final de la ceremonia. Del matrimonio entre Meiz y la hija de Samuel-Levi, Herodias, nace su única hija, Rebeca. Ella y don Enrique se enamoran y contraen matrimonio. Tras ello, la muchacha queda embarazada del único heredero del marqués; durante el parto fallece desatando, así, la ira de sus progenitores. El padre decide presentar alianza interesada con don Enrique con la intención de acabar de destruirle; él, de hecho, es el causante de la caída del marqués, de la difícil recuperación de éste, debido a la ingesta de venenos disfrazados de elixires, y la aceptación de las píldoras de Salomón, «destinadas a aniquilarle con una muerte dulce y tranquila». Finalmente, se representa la ceremonia de exhumación del cadáver descuartizado junto con el de Rebeca; durante ésta tiene lugar, de forma sobrenatural, un terremoto que acaba provocando el derrumbamiento de los Palacios de Villena.


La tercera y última de las narraciones, «La tercera generación», como propiamente indica su título, gira en torno a la historia de los descendientes de don Enrique de Villena. Datada a finales del siglo XVI, la leyenda se inicia con la reedificación de los Palacios tras su derrumbamiento. En él habita don Diego López de Pacheco, heredero del marquesado. Por petición especial del monarca Carlos V, se ve ante la tesitura de aceptar como huésped a Carlos de Borbón. Con la voluntad de evitar la confrontación con el monarca, le ofrece su propiedad a cambio de marcharse para evitar el recibimiento adecuado debido a confrontaciones políticas y, de este modo, evitar deshonrar el apellido familiar; dicha decisión la toma siguiendo el consejo del religioso Benedicto de la Concepción. La llegada a los Palacios del condestable, acompañado del emperador, desata la sorpresa y furia de éste último ante el desaire del marqués. Tras el abandono de la propiedad por parte del invitado, el Palacio se incendia y queda destruido por completo.


Posteriormente, se narra el encuentro entre Carlos V y su hermano Fernando I de Francia. Durante éste, el monarca francés le pide a título personal el perdón para el marqués alegando causas más que justificables ante el desaire; el Emperador, ante el ruego, accede a conceder su perdón. Tras la reunión, y justo antes de abandonar el palacio real, se encuentra con dos desconocidos, quienes resultan ser Benedicto y don Diego. Al desvelar su identidad, ambos piden al monarca una reunión gozando de la presencia del dirigente francés. Durante la audiencia, se desvelan varios misterios: por una parte, en honor al nombre familiar, fue el propio marqués quien mandó incendiar los Palacios como símbolo de protesta ante el alojamiento del condestable; por otra, se desvela la verdadera pertenencia del marquesado de Villena: el religioso Benedicto, auténticamente llamado Moisés, hijo legítimo de don Enrique de Villena y Rebeca, la hija de Meiz-Abdheli, quien renunció al título con la voluntad de llevar una vida monástica; la información queda corroborada con el testamento del marqués. Tras el desvelo de su verdadera identidad, Benedicto ruega el perdón del Emperador, quien se lo concede.


Finalmente, Benedicto, al conseguir el perdón real, se interna de nuevo en la celda conventual y muere; Don Diego, por su parte, tras caer enfermo, logra recuperarse. Su final llega combatiendo junto a las tropas del Rey.

Temas, motivos y tipos: Castigo, Conspirador, Conversión religiosa, Crueldad, Culto religioso, Engaño, Judío, Lucha por el poder, Mago, Matrimonio, Muerte violenta, Rapto, Recompensa, Tirano, Traición, Usurpador, Venganza.
Aspectos formales: El capítulo marco en el que se presentan los espacios en los que se circunscriben las leyendas, titulado Dos palabras de introducción, está encabezado por cuatro versos del poeta Juan Arolas (1805-1849). Seguidamente, se ofrece una descripción de las ruinas de la ermita de San Benito sobre las que se construyeron, entre otras edificaciones, los Palacios de Villena, espacio común de las tres narraciones. El final de dicha introducción enlaza con la localización espacial de las leyendas.


La primera de ellas está conformada por diez capítulos encabezados por números romanos y por sus correspondientes títulos caracterizados por presentar, en tono irónico, los acontecimientos que en cada uno de ellos se narra. El conjunto de capítulos se divide en dos partes claramente diferenciadas: desde el primer capítulo hasta el sexto, se narran las triquiñuelas económicas del tesorero, el conflicto entre Pedro I y los rebeldes conspiradores y la planificación de la venganza, por parte del monarca, ante el conocimiento de los abusos del superintendente. La segunda parte de la narración, entre el capítulo séptimo y el décimo, se corresponde con la situación presentada tras la elipsis temporal centrada en la figura de Samuel Levi y la irrupción de los sicarios del rey en su vivienda durante la promesa de matrimonio entre su hija y Meiz-Abdheli; posteriormente se narra el rapto y su tortura hasta la muerte como colofón a la venganza del cruel monarca.


La leyenda se caracteriza por la presentación de numerosas escenas narradas en las que se intercalan diálogos ágiles que permiten la detención y profundización en la acción narrativa, siendo ésta extensa cronológicamente; se registran, a su vez, casos de analepsis que permiten la exégesis de acontecimientos pasados. Aparecen, de igual modo, espacios y personajes reconocibles –propios de las narraciones históricas–, como es el caso de Pedro I, la corona de Castilla o el círculo aragonés, entre otros. El tratamiento de los personajes, sin embargo, es superficial; el narrador no se detiene en la profundización de la definición de éstos, son meros actantes de la abundante y dilatada acción.


Con respecto a la segunda leyenda, desde un punto de vista estructural se puede establecer una partición bimembre. A la primera de estas partes –enmarcada entre el primer y el noveno capítulo, encabezados, a su vez, por números romanos y títulos referidos al contenido de cada uno de ellos–, le precede un capítulo introductorio, titulado Antecedentes. A lo largo del primer apartado se explica, de la mano del narrador omnisciente, todos los sucesos de la vida de don Enrique. La segunda parte está encabezada por el capítulo Epílogo conformado por cuatro subcapítulos, también enmarcados con números romanos y seguidos de sus correspondientes títulos, en los que se produce la interrupción del hilo narrativo. A continuación, e iniciando la segunda de las partes, aparece el capítulo que enlaza el final de la primera leyenda con la presente al remontarse al pasado de la vida del nigromante, sus bodas con Herodias, el nacimiento de su hija, etc. La muerte de ésta, como se ha señalado con anterioridad, desata la ira del matrimonio, elemento motor que provoca los constantes intentos de aniquilar al marqués aprovechando su fanatismo por las artes oscuras. Con estos capítulos, focalizados en la figura del mago, se constata el odio y las verdaderas intenciones de éste. Finalmente, en el capítulo de las Conclusiones, se presenta la ceremonia de exhumación y la destrucción del Palacio.


El espacio central de la  segunda leyenda es la casa del marqués en el Barrio de los Apestados; en torno a dicho espacio, a diferencia de la primera de las leyendas, gira la segunda de las narraciones. En general, se caracteriza por el empleo de recursos que ahondan en la sensación de lo misterioso envuelto en una atmósfera lúgubre propia de las narraciones fantásticas. El desarrollo de la acción se combina con la intercalación constante de diálogos que permiten detenerla y ahondar en las escenas clave de la leyenda. El tratamiento de los personajes, sin embargo, es de carácter superficial.


La última de las narraciones está conformada por siete capítulos encabezados por nomenclatura romana y por el título correspondiente, como en las leyendas anteriores, al contenido de éstos.


Estructuralmente se pueden establecer dos apartados: el primero de ellos, situado entre el primer y el quinto capítulo, se centra en el desaire del marqués ante la petición del monarca Carlos V; el segundo, se corresponde con los acontecimientos acaecidos tras una breve elipsis temporal, con el reencuentro de los dos monarcas junto con el marqués y Benedicto, y el perdón de éstos. Finalmente, las últimas líneas de la leyenda se centran en el desvelo rápido del desenlace de ambos personajes.


Como broche final a las tres narraciones, el narrador omnisciente sale del plano ficcional y, en el capítulo titulado Conclusiones, cierra los relatos retomando el espacio común en todas ellas –en el presente en ruinas–, el cual albergó la historia de esta noble y gloriosa familia.

Sección:
Observaciones: En la segunda leyenda, la primera de las publicaciones (28 de abril de 1867) aparece firmada con el nombre de F. de Zulueta, uno de los colaboradores de El Museo Universal. Al final de la siguiente publicación, la del 5 de mayo de 1867, aparece una nota aclaratoria que señala el error publicado en la primera entrega; la última aparece ya firma por José Pastor de la Roca.


En la tercera leyenda se presenta un error de numeración de los capítulos al pasar del capítulo cuatro al seis. Son, sin embargo, un total de siete capítulos, que no ocho.

Clasificación genérica: Fantástico. Legendario. Maravilloso.

Bàrbara Bernadàs, Estefanía Puyo

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